True crime sin filtros, novelado por la propia víctima.

Una historia de traición familiar, corrupción institucional y supervivencia en un entorno donde la verdad tiene un alto precio.
"Una historia de Gandía"

Más que un título... una conclusión.

Cuando las lealtades desaparecen, los vínculos de sangre ya no significan nada.

“A USTED NO HAN INTENTADO ROBARLE; A USTED HAN INTENTADO MATARLE”

Con un estilo directo, ágil y sin adornos, el autor se sumerge en el true crime para contar una historia de traición y lucha por la verdad que todavía no ha terminado.

Sin pretensiones, cada palabra revela una necesidad de exponer lo vivido.

“SIN LEALTAD, LA SANGRE SOLO ES ROJA” 

Extraordinariamente documentado, el autor narra los hechos que vivió en primera persona con total fidelidad a los acontecimientos y a los documentos que ha recopilado. Los pocos pasajes novelados se inspiran en deducciones razonadas y en testimonios indirectos de personas que, con el paso del tiempo, han contribuido a ampliar la comprensión de lo ocurrido.

LA NOVELA DETRÁS DE LA HISTORIA.

“Sin Lealtad, La Sangre Solo es Roja” (Una historia de Gandía), es un thriller psicológico de True Crime que sigue a Andrés Román, un hombre corriente que, tras sufrir un infarto, descubre las traiciones de su propia hermana, quien trama quitarle la empresa familiar y quizás su vida. Enfrentado a un sistema corrupto, Andrés lucha por sobrevivir, buscar justicia y mantener su dignidad, mientras destapa la corrupción política, judicial y policial de Gandía.

LAS CLOACAS DE LA CIUDAD.

Sin Lealtad, La Sangre Solo Es Roja, desnuda las miserias morales de un sistema político, judicial y policial sucio, donde la verdad se entierra y se revictimiza al inocente. El autor enfrenta la cruda realidad de una justicia que prefiere mirar hacia otro lado, permitiendo que las cloacas de la ciudad sean aún más negras.

Más que una novela, esta obra es un retrato descarnado de las dificultades que enfrenta una victima para obtener justicia en Gandía. Esta historia es un reflejo de traiciones familiares, institucionales y desprecio a la verdad.

Sin lealtad, la sangre solo es ROJA

(una historia de Gandía)

“ME SIENTO CON TANTO DERECHO A SER LIBRE, QUE ESTOY CONDENADO A REBELARME CONTRA CUALQUIERA QUE PONGA EN PELIGRO MI LIBERTAD”

El Autor

ANDRÉS ROMÁN ESCRIVÁ

Andrés Román no se considera un escritor, ni mucho menos se había planteado serlo. De hecho, la idea de escribir no formaba parte de sus planes de vida, hasta que los acontecimientos que sufrió lo empujaron a plasmar su historia. Es un hombre normal, alguien que valora profundamente lo que tiene: su esposa, sus hijos, dos tercios de su familia, y sus amigos, grandes amigos. Estas son las cosas que realmente le importan y que nunca ha perdido, incluso después de haber pasado por situaciones que a muchos habrían destrozado por completo.

Siempre ha sido una persona extrovertida, con una energía que lo conecta de forma natural con quienes lo rodean. Ese carácter abierto, dinámico y amigable que se esfuerza por mantener, sufrió un duro golpe en un momento terrible de su vida. Aunque su alegría de vivir parecía haberse apagado a base de traiciones y navajazos, esa chispa no se perdió del todo. En poco tiempo, ha comenzado a recuperarla, retomando esa manera de ser que lo define y lo conecta con quienes siempre han sido leales.

La escritura llegó como una válvula de escape, un medio para procesar lo que había vivido y sanar sus heridas más profundas. Su vida tranquila, rodeada de los suyos, fue sacudida, y en esa búsqueda de justicia y verdad, Andrés transformó su dolor en un relato personal.

Lo que escribió no pretende adornar la realidad ni exagerarla, sino reflejar la dura verdad que experimentó, desde la perspectiva de quien, aun no queriendo ser escritor, necesitó reinventarse para sanar su mente y denunciar su historia.

UNA HISTORIA REAL Y TERRIBLEMENTE VIOLENTA.

¿POR QUÉ EL TÍTULO; SIN LEALTAD LA SANGRE SOLO ES ROJA?

En muchas familias, el monstruo no llega de fuera sino que crece dentro de ellas. Psicópatas ansiosos de poder, de dinero o simplemente de ejercer la maldad. Hermanos, hijos o nietos que usan la cercanía como arma; que expolian, dominan, dividen y someten con una frialdad que pasa inadvertida bajo el vínculo de la sangre.

Son personas capaces de cosificar a quienes más las quieren, de manipular emociones y voluntades hasta destruir familias enteras.

Pero cuando las víctimas intentan defenderse, la ley se vuelve su enemiga.
Algunos artículos del Código Penal —reliquias de una época en la que los crímenes familiares se resolvían “en casa”— todavía ofrecen refugio a los agresores y revictimizan a quienes sufren.

Lo que un día pretendió proteger la intimidad familiar, hoy solo protege al agresor y desampara a la víctima. Y así, la impunidad se perpetúa en una alabanza a los lazos de sangre.

Cuando las lealtades desaparecen, los vínculos de sangre ya no significan nada y la sangre se sintetiza en un mero liquido de color ROJO.

              ― 2022

CAPITULO 1 — ANDRÉS ¡DESPIERTA!

           El reloj de la UCI parecía avanzar lentamente. Por cada golpe de segundero, a Andrés le venían a la mente diez momentos, situaciones y palabras que le llevaría tiempo verbalizar. Imágenes y voces de mil instantes, se amontonaban en su cabeza aún dolorida, a un ritmo frenético. Solo habían pasado tres minutos desde que los policías se despidieron, asegurándole que ellos se ocuparían. Y Andrés seguía cribando palabras, gestos, frases y contextos sin un orden lógico. Pero todo apuntaba en la misma dirección, y por más que se negase a aceptarlo, en esa dirección solo estaba ella. 

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           NOTA DEL AUTOR

          Lo que en principio era un frío resumen de hechos y documentos que mejor olvidar, se transformó en un relato terapéutico, que después novelé con sentido común y la ayuda de Chat GPT. Intentando que cualquier parecido con la realidad fuera… solo eso. Cambié los nombres de muchos personajes, al entender que; los buenos no merecían ser molestados, los malos nunca dirán la verdad, a la policía hay que temerla siempre, y para algunos jueces, 2+2 suman lo que rima con cinco.

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             Había pasado de cero a cien en apenas un suspiro, una cuenta atrás de anestesia, pero al revés. Despertó al sentir unos bofetones en la mejilla derecha. La enfermera impertinente le repetía: — ¡Andrés, despierta! Vamos, abre los ojos. ¿Me ves bien? Voy a desintubarte, no te asustes, no te dolerá. Es un mal momento, pero la policía necesita hablar contigo ahora. Vamos, despierta. —Y volvía a empezar...

Cuando reaccionó, y a la de tres, la enfermera sacó con poco miramiento, el tubo que le ayudaba a respirar.

— ¿Respiras bien? —preguntó. No esperó la respuesta y enfiló ligera hacia el centro de la sala, desde donde se dirigía la frenética actividad de la UCI del Hospital de Gandía.

Andrés supo de inmediato dónde estaba y no se asustó. "He salido", pensó. Quiso preguntar, pero su cuerpo todavía no respondía. Otra sanitaria apareció con una caja con empapadores, algodón y esponjas jabonosas y se dispuso a asearlo. Mientras limpiaba la sangre seca, iba repitiendo en voz alta lo que sus manos realizaban:

"Limpio esto… Aquí un poco más... Levanto un poco la pierna, no muevas la cabeza…” Con maestría, quitó las sábanas y puso unas nuevas, haciéndolo ladearse a uno y otro lado sin apenas esfuerzo.

—Ahora ya estás presentable, procura no mover la cabeza —le dijo con dulzura, alargando el sonido de sus palabras. Recogió todo lo sucio y se dirigió a las puertas batientes que se abrieron a la vez para dejar paso a tres jóvenes policías.

Los tres llevaban la misma chaqueta: una Helly Hansen azul marino, con dos grandes haches blancas en el hombro, que les daba un aire profesional y moderno. La enfermera les señaló hacia Andrés, y los tres rodearon su cama, dos a su izquierda y uno a su derecha. El subinspector, que llevaba la iniciativa, se situó a la izquierda y se presentó como subinspector de la Policía Judicial de Gandía. Andrés, que padecía una sordera de nacimiento en el oído izquierdo y, además, tenía un dolor fuerte en la cabeza, interrumpió.

—Por favor, ¿podéis poneros a mi derecha? No os puedo oír bien. ¿Habéis cogido al ladrón?

El subinspector se situó a la derecha de la cama y, en tono solemne, respondió:

—Señor. A usted no han intentado robarle, a usted han intentado matarle.

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Sin lealtad, la sangre solo es ROJA
(una historia de Gandía)

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“HE COMPROBADO EN MIS PROPIAS CARNES, QUE LOS CIUDADANOS DE GANDÍA ESTÁN TOTALMENTE EXPUESTOS A CUALQUIERA QUE QUIERA HACERLES DAÑO”

“SERVIR Y PROTEGER”… ¿A QUIÉN?”

El autor, ha sido contundente en sus declaraciones. En una de sus afirmaciones más directas, expresó: “La Policía Nacional no hizo su trabajo.” Poniendo de relieve lo que considera negligencia, irregularidad o corrupción en la investigación, admitiendo que denunció en el juzgado las falsedades del atestado policial y a los policías implicados.

“El juez archivó sin hacer ninguna investigación, y la fiscalía tampoco lo consideró conveniente"

JUECES Y FISCALES BARAJAN PRESENTAR QUERELLAS CONTRA EL AUTOR POR DIFAMACIÓN

La novela ha generado una oleada de reacciones en los círculos judiciales y policiales de Gandía.

Sin embargo, Andrés Román, el protagonista y creador de la obra, no parece preocupado.
En sus propias palabras: “Los documentos que durante cuatro años he acumulado, son muy tozudos.”
Esta afirmación refleja la seguridad de Román en los hechos que ha narrado y en cómo los ha narrado.

Este desafío directo a las instituciones no ha pasado desapercibido; mientras algunos se plantean acciones legales, Román sigue firme en su convicción de la verdad y el peso de los hechos.

ANDRÉS SÍ DENUNCIÓ LA FALSEDAD DE LOS ATESTADOS.

PERO EL PODER JUDICIAL LE NEGÓ JUSTICIA.

“Lo que crea justo, lo voy a hacer sin complejos, consideraciones ni respetos a nadie.”

Contacto

“LOS ATESTADOS DEMUESTRAN LA CORRUPCIÓN POLICIAL ANTE LA QUE LA JUSTICIA CERRÓ LOS OJOS”

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